![](https://www.la-flecha.com/wp-content/uploads/2022/02/La-made.jpg)
Por Edgar Pernet Hernández
Un extraño encanto tienen las mujeres del corregimiento La Madera, en el municipio de San Pelayo, Córdoba.
Algo las hace diferentes a las demás: quizás sus hermosos cuerpos, sus largas cabelleras que enredan de pasión al verlas; o sus ojos penetrantes en rostros bonitos que despiertan un repentino interés.
La Madera es un alegre pueblecito, ubicado en la margen izquierda del río Sinú, bañado por el caño La Caimanera. De amplias casas, a escasos doce minutos del casco urbano de San Pelayo, en el que aún se camina a pie descalzo, y donde en cada esquina las tardes giran en torno a un tema de conversación: de todo y de nada.
Se llega por una vía en regular estado, que lleva tantos anuncios de arreglarla que sus pobladores perdieron la cuenta de las promesas de pavimentarla.
En ese terruño cuentan que ocurre una particularidad: asociada precisamente a sus mujeres; más de un hombre ha quedado deslumbrado con ellas.
El brujo encantado por una mujer
Las historias se cuentan por varias, como el brujo de Sincelejo, contratado por una mujer dolida que había perdido a su esposo, luego de que este visitara a La Madera y se enamorara locamente.
La ofendida mujer juraba que con los menjurjes del chamán iba a recuperar a su compañero, pero no fue así, para sorpresa de ella el hechicero también terminó enamorado en La Madera.
Otra historia está ligada a la vida de un joven oriundo de Sampués, en el departamento de Sucre. Cuentan que hace varios años llegó a vender años productos medicinales a Cereté y San Pelayo.
Ya estaba a punto de regresarse, y alguien le recomendó ir a La Madera. Más nunca fue a su tierra, y peor para la novia de toda la vida porque la olvidó: se enamoró locamente en el pueblo, del que dicen tienen a mujeres que cautivan con solo mirarlas.
![](https://www.la-flecha.com/wp-content/uploads/2022/02/la-mdear.jpg)